lunes, 8 de enero de 2007

Acerca de los cementerios en Tucumán

Transcribo del siguiente blog:
http://redchilenadecementerios.blog.com.es/2006/11/27/cementerios_tucumanos_otra_forma_de_acce~1375324

"Al decir de la investigadora Dra. Griselda Barale “Tucumán es una provincia que posee enormes zonas simbólicas, fuertes estratos patrimoniales olvidados, desvalorizados y hasta abandonados; tal es el caso de los cementerios más tradicionales, el del Norte y el del Oeste, que permanecen como textos marginados en los que es necesario detenerse para dejar que muestren su enorme riqueza cultural”.
Reducciones simbólicas de la ciudad
La primera impresión es que los dos principales cementerios de Tucumán muestran contrastes sorprendentes, todos emergentes de sus condiciones opuestas en cuanto al estrato social –en términos generales- de los allí inhumados. El cementerio del Oeste –famoso por albergar a lo más representativo de la industria azucarera tucumana y a por lo menos 23 gobernadores- es conocido como “Cementerio de los ricos”. El cementerio del Norte, -reservorio de los más variados mitos y leyendas urbanas- en tanto, se hizo popular con el mote de “Cementerio de los pobres”.
Sin embargo, una mirada más profunda y condescendiente evidencia su complementariedad. Y se complementan al punto que si los consideramos como reducciones simbólicas de la ciudad, la historia tucumana solo puede leerse superponiendo esas dos realidades. En definitiva, caras de una misma y única moneda. Ambos cementerios son, en definitiva, fenómenos de la religiosidad popular y culta.
En el del Oeste hay 3.400 sepulturas y mausoleos.En el Norte, son 17.000 las concesiones, y 5.000 son las sepulturas del Parque Jardín, adyacente al Cementerio del Norte.
Los “muertitos milagreros” del NorteEl Cementerio del Norte se halla enclavado en el corazón de uno de los más populosos barrios tucumanos: Villa 9 de Julio. Se destacan en ésta monumental necrópolis numerosas sepulturas de personajes que se han vuelto míticos. Tumbas milagreras. “Son parte de las devociones populares destinadas a personajes a los que la gente les ha otorgado características excepcionales o milagrosas, como Bazán Frías y el Soldado Soria, a cuyas tumbas llegan madres, esposas y novias de gente que está pagando alguna pena en la cárcel.O la ‘Brasilerita’, que recibe ‘entregas’ de curanderas que se asocian con esta figura para hacer ‘trabajos especiales’, dice Barale y agrega: “La poética de los epitafios, las imágenes, el culto, los rituales, son elementos de la religiosidad popular que están asociados a la vida cotidiana, donde lo profano se confunde con lo sagrado y viceversa”.
La historia del cadete Soria se vuelve brumosa por el paso del tiempo. Apenas ingresados al cementerio puede verse a la izquierda una imponente tumba. Esta muestra la colorida escultura del joven policía erguido en posición de firme. A un costado la figura de una mujer desnuda, de largos cabellos, abrazada a sí misma en actitud doliente, echada sobre el sepulcro. Se trata de la tumba de Félix Alberto Soria, cadete del Escuadrón de Seguridad, que muriera asesinado el 19 de julio de 1927. Una de tantas historias cuenta que la mujer seria su esposa, quien murió de forma instantánea –mientras se bañaba- al enterarse de la noticia del asesinato de su marido.
La tumba de Pedrito “Hallao” –un niño recién nacido, cuyo cuerpo muerto de frío y comido por las hormigas fue encontrado al pie de un portón del Cementerio del Norte el día de San Pedro y San Pablo- se encuentra permanentemente cubierta de útiles escolares y velas de todos los colores. Los estudiantes le piden por los exámenes. Las madres primerizas le llevan prendas de bebés demostrándole su agradecimiento por un buen parto; toda clase de iconografía: fotografías, retratos, estampas y carteles con leyendas de amor y agradecimiento son parte del ritual.
Otro tanto sucede en la tumba del tristemente célebre bandolero Andrés Bazán Frías. Alrededor de ella pueden verse cientos de velas prendidas en el suelo y decenas de amuletos colgados. Es la suya una historia singular. Hijo de un policía, se hizo delincuente robando a los ricos para –según el decir popular que lo canonizó después de muerto- ayudar a los pobres. Una suerte de moderno Robin Hood. Fugado de la cárcel y mientras intentaba trepar el paredón del Cementerio del Oeste, fue muerto a tiros por un agente de policía. Tenía 28 años. Según cuentan, la súbita aparición del fantasma del sargento de policía José Figueroa al que el delincuente había dado muerte tiempo atrás lo hizo trastabillar para acabar víctima de las balas. Fue velado al pie del muro –dónde aún se yergue una pequeña ermita - pero enterrado poco después en el Cementerio del Norte, “el de los pobres”. Casi al instante de su muerte comenzó la leyenda: El delincuente Manco Bazán dejó paso al Gaucho Bazán Frías.
La abundante historia del Cementerio del Norte, refiere que en la década del 70 había dos formas de llegar: una era en la carroza de la empresa fúnebre, costeada por los deudos, si su posición social así lo permitía. Otra: a través del servicio que en forma gratuita brindaban a la comunidad las fuerzas armadas. Entierros comunitarios, en la parte trasera del campo santo, donde no había nichos ni mausoleos y donde muchos de ellos eran sepultados como NN. En la actualidad, especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense supervisan las tareas de excavación en el Cementerio del Norte, donde se sospecha habrían sido enterrados los restos de desaparecidos durante la última dictadura militar.
Los “ilustres difuntos” del Oeste
Por contraposición, el Cementerio del Oeste hace gala de sepulcros solemnes, vinculados a la historia de la provincia y del país. Siendo San Miguel de Tucumán una de las ciudades más antiguas de la Argentina y, debido a su notable carácter cultural y sede de una de las mas importantes Universidades del país, recibió la visita de importantes arquitectos, urbanistas y escultores europeos, quienes juntos a destacadas figuras locales, dejaron plasmado el arte vanguardista de la época, en obras de significativo valor. Esta necrópolis es una de ellas.
Coexisten allí los más variados estilos arquitectónicos; una cantidad imprecisa de monumentos remite a personajes de la más heterogénea trascendencia social. El mármol de Carrara, el granito italiano y las esculturas de Francisco Cafferata y de José Fioravanti reflejan el esplendor que generó en la provincia el auge de la industria azucarera a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.Además de los mausoleos de ex gobernadores como Federico Helguera, Wenceslao Posse, Juan Manuel Terán y Benjamín Aráoz, están los de otras personalidades. Uno de ellos es la tumba de la célebre escultora tucumana Lola Mora, que se encuentra en la avenida principal, adonde fue trasladada en 2000. También está la de Benjamín Matienzo y la de Emidio Salvigni, quien peleó en las guerras napoleónicas y que fue edecán de Manuel Belgrano.
Cruzando el umbral del notable camposanto se encuentra el mausoleo del ex gobernador José María Silva, quien, en 1848, donó una porción de tierras para que se construya el cementerio. Este fue inaugurado en 1859, durante el gobierno de Marcos Paz. Su esquema urbano, cubre una superficie de 56.000 metros cuadrados, está estructurado a partir de una avenida central, a partir de la cual se abren laberínticos pasajes interiores que llevan a los panteones. Las familias de alcurnia están ubicadas en el centro y, hacia los márgenes, el esplendor comienza a decaer. Los primeros panteones datan de 1860. El Siglo XX está presente en el cementerio por medio de la influencia francesa estampada en vitrales y puertas. Esta mixtura de estilos convierten al cementerio en un auténtico museo. Es un paseo digno de un recorrido minucioso, pese al descuido de algunos mausoleos y a la degradación de las esculturas.
El parque, a cuya vera se levanta este imponente edificio, es un tributo al honorable tucumano Nicolás Avellaneda, quien sentenció “los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan sobre las tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir”.
Notas consultadas.“El patrimonio olvidado”, de Griselda Barale.“Un cementerio muy turístico”, de Constanza Zavalla."Bazán Frías", serie de notas en diario La Gaceta, Tucumán, 24 de noviembre al 15 de diciembre de 1969, por Arturo Álvarez Sosa y Carlos Páez de la Torre (h)."

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